
Y sin embargo, mucha gente cuando se enamora, se olvida del mundo, y al emparejarse, se aísla y se encierra en el nidito de amor. Hasta que el amor se acaba: entonces nos damos cuenta de lo solos o lo solas que estamos, y es entonces cuando lamentamos haber abandonado nuestros grupos familiares y de amistad. Cuesta mucho recuperarlos. A veces es completamente imposible: las amigas y los amigos no son esos seres humanos a los que puedes acudir para llorar cuando tienes mal de amores, o cuando necesitas dinero o apoyo emocional. Tenemos poco tiempo en nuestras apretadas agendas para los amigos de siempre y para hacer nuevos amigos mientras construimos el hogar junto a nuestro amado o amada. El asunto es que parece que no hay alternativas: o te emparejas, o te quedas solo y te juntas con los que no se han emparejado, que son siempre minoría al final de la treintena. La soledad es la gran enfermedad de nuestro tiempo, por eso hay gente que se empareja aunque no le apetezca demasiado: es lo que toca y nadie quiere parecer una persona fracasada en una sociedad en la que el éxito consiste en emparejarse, convertirse en propietario de una hipoteca, casarse y reproducirse. Se nos olvida entonces la cantidad de alegrías que sentimos con nuestras tribus, y lo bien que nos viene a todos disfrutar de esas tardes de risas, confesiones, conversaciones ricas, fiestas y momentos trascendentales. Hemos abandonado las grandes utopías colectivas, y como nos hemos resignado a la idea de que no podemos transformar ni mejorar nuestro mundo, al menos nos queda el consuelo de la salvación individualista.
En el amor sufrimos por muchas y variadas causas. La primera de ellas es que toda nuestra cultura amorosa sublima el sufrimiento como la esencia del romanticismo: parece que sin escozor, no hay entrega verdadera. Muchas de las novelas y películas de amor nos representan la pasión como una emoción negativa que nos invade y nos convierte en monstruos, que nos arrastra hacia abismos insondables, que nos hace cometer locuras, que saca lo peor de nosotras mismas. En la mayor parte de nuestros relatos y canciones, pareciera que cuando Cupido jabalina su flecha, nos condena para siempre a sufrir por amor… y que nosotras no podemos hacer nada aparte resignarnos. Sin embargo, no estamos condenadas: se puede disfrutar del amor. Nos gusta sufrir por amor y admiramos a todos aquellos héroes y heroínas que son capaces de anularse, de suicidarse, de sacrificar su existencia por amor. Y una vez que todo termina, el amor entonces es la fuente de la felicidad eterna y vivieron felices, y comieron perdices , de manera que la relación amorosa es idealizada como un espacio de armonía, de seguridad, de abundancia.
Desde entonces, han cambiado muchas cosas. Sus cifras son sorprendentes: Con la entrada de México, tras la incorporación de Banderas al equipo, Vibuk contaba con Ahora se lanzan al mercado con un nuevo objetivo: convertirse en la primera red social para artistas en todo el mundo. Por otro lado, también van a fomentar que el talento publique sus shows en Vibuk para que otros los busquen y se los lleven donde quieran. Hola, Jorge.