
Lope Garrido. Juan López Garrido, resultando que aquel sonoro D. Lope era composición del caballero, como un precioso afeite aplicado a embellecer la personalidad; y tan bien caía en su cara enjuta, de líneas firmes y nobles, tan buen acomodo hacía el nombre con la espigada tiesura del cuerpo, con la nariz de caballete, con su despejada frente y sus ojos vivísimos, con el mostacho entrecano y la perilla corta, tiesa y provocativa, que el sujeto no se podía llamar de otra manera. O había que matarle o decirle D. Se había plantado en los cuarenta y nueve, como si el terror instintivo de los cincuenta le detuviese en aquel temido lindero del medio siglo; pero ni Dios mismo, con todo su poder, le podía quitar los cincuenta y siete, que no por bien conservados eran menos efectivos.
No te llama Los chicos, por estereotipo, siempre hemos dado el primer paso. Así pues, si pasan los días y él no ha dado señales de vida ni te ha emisario tres docenas de rosas o un pequeño pedrusco de Cartiermal asunto. Lo dicho; si no llama, mosquéate. Pensad en la situación: Acaban de presentaros a alguien y os ha ancho. Probablemente, a las mujeres os pasa que vuestros impulsos se dividen entre la timidez que os lleva a evitar mirarle a los ojo y las ganas, precisamente, de mirarlo todo el rato.
El hashtag originalmente comenzó como una faceta de crear conciencia sobre el feminicidio en Turquía, pero luego fue adoptado por mujeres en todas partes del mundo. En un par de horas, mi feed estaba lleno de fotos publicadas en blanco y negro, con mujeres etiquetando a sus amigas para que se unieran. El hashtag pareció afectar a muchas mujeres sin conocer su origen o la intención básico. Reflexionando sobre mi publicación, el libro que escribiría y las mujeres a las que etiquetaría, me di cuenta de lo importante que era el mensaje: mujeres que apoyan a las mujeres. En mi publicación escribí sobre el empoderamiento, la solidaridad, el agradecimiento de nuestro poder individual y bus, y la lucha por la analogía de género. Mientras escribía esto, me sentí hipócrita. Sabía que demasiadas veces no había dicho nada. De acción, muchas veces me he callado, he ignorado comentarios machistas, no he antedicho nada para parar comentarios ofensivos, e incluso ha habido veces que me he reído de manera incómoda de chistes groseros hacia mi u otras mujeres. Pero la verdad es que no quería que me vieran como esa mujer.
No es conveniente que el hombre esté solo. Esta compañera es Sofía. Para encontrarla, es indispensable conocerla. Y con esto da por terminada su acción. Yo, que no tengo el blasón de educar a un gentilhombre, me guardaré de imitar a Locke en ese aspecto.