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10 ‘apps’ para sobrevivir a una relación a distancia

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Habría Pero para Poornima Ravishankar, una abogada que vive en el norte de Nueva Jersey, la pandemia de coronavirus ha traído un giro inesperado a su vida. Consiguió novio. A quien solo ha visto en persona una vez. Y a quien nunca ha tocado. Ambos se conocieron en Bumble, y su noviazgo comenzó lentamente. Luego se pusieron de acuerdo para ver la serie High Fidelity, en Hulu, cada uno en su casa. Durante este tiempo se han enviado mensajes de texto y chateado durante horas y horas. Los dos caminaron un buen rato.

TOP A veces un amigo virtual puede resultar muy cercano. Sus orígenes se encuentran en los primeros foros y listas de correo de hace casi dos décadas. Entonces era posible cartearte con un amigo que no habías visto nunca, y con el que probablemente perderías el contacto tarde o temprano. En la actualidad, es asiduo que los millennials establezcan lazos a través de las redes sociales: no todo el mundo tiene la suerte de conocer a gente con los mismos intereses y a través de internet es posible expresarse de una manera honesta y sentirse menos accidental del resto del mundo. A través de estos testimonios y con la ayuda de una experta intentamos desentrañar estas cuestiones. Lucía, 30 años. Sobre todo porque tus intereses vitales cambian y puede que los de esas personas también. Es ahí donde se juntan grupos de personas muy parecidas, con intereses similares y personalidades compatibles. A veces estableces relaciones con familia que vive lejos, o con la que tienes una diferencia de época importante, y que en la achaque llamada «vida real» serían complicadas.

Viajando por India aprendimos a comer con la mano; en Bangladesh, a apechugar el peso de la fama; en China, a comer con palitos; en Vietnam, a esquivar las motos; en Mongolia, a acampar como los nómadas; en Australia, a no llorar cada vez que veíamos un canguro armatoste en la ruta; en Fiyi, a sobrevivir a base de mangos por varios días; en Tailandia, a regatear; y en Corea del Sur, a desnudarnos. Llegamos a Corea del Sur agotados. No nos importó mucho el cansancio: estar en un país nuevo para nosotros es como si dejaran solo a un nene en una juguetería. Nueve horas de caminata intensa fueron suficientes para volver a bañarnos y, de una vez por todas, descansar. Cuando llegamos al hostel adonde nos habían invitado a quedarnos al enterarse de nuestro proyecto, Jiyeon —la manager— nos dice que tiene poco para nosotros. Sin pensarlo, en la puerta de Spa Land. Era viernes a la noche y sabíamos que estaría repleto de gente.

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